1 de mayo de 2012

Pep, ahí está...

Mucho, nunca demasiado, se ha escrito estos días en torno a la figura de Pep Guardiola. La mayoría de las palabras han destacado su caballerosidad, su capacidad para marcar estilo, para envolver un club centenario con su personalidad... De todo lo leído, me quedo con el texto de Carlos Boyero, un tipo que va por el camino corto. «Ahí está», se hace llamar...
 

Era tan modélico que los miserables necesitaban desesperadamente encontrarle grietas, intentar degradarle, sembrar la sospecha de que tanta perfección solo podía obedecer a un disfraz de la impostura. Guardiola, aunque desconociera la poesía de Leonard Cohen, fue practicante fiel de una de sus sentencias: "Antes de aprender magia la gente debería conocer la etiqueta". Tal vez no fuera un mago como jugador, pero sí un representante cualificado de la inteligencia. Su forma de mover el balón tenía la virtud del metrónomo. Tambien poseía alma. Y orgullo. Y por supuesto, siempre practicó la etiqueta.

Era tan bueno como futbolista que en aquella época sus enemigos clandestinos hicieron correr el rumor de que sus apetencias sexuales estaban relacionadas con los machos. Eran más gráficos, más pedestres, más soeces. Según ellos, Guardiola no era homosexual, sino maricón, pronunciado con la rabia ágrafa y el rencor analfabeto, todo ello tan ibérico, que caracteriza a los bárbaros que están encantados consigo mismos y con su dudosa hombría.

Pero si con un balón en sus pies este hombre fue muy bueno, dirigiendo al equipo de su alma ha sido genial. Siguió practicando en su comportamiento la racionalidad, la elegancia, el respeto a sí mismo y a los demás (incluidos los que no se lo merecen), pero lo que hizo entrenando al Barcelona era puro arte, pura magia. Excepto para los espíritus cerriles o corroídos por eso tan devastador de la envidia, la agradecida memoria de cualquier persona que ame el futbol recordará dentro de infinitos años y transmitirá a las generaciones que no contemplaron ese cotidiano milagro, que el fútbol fue precioso durante cuatro años.

¿Qué va a hacer el abyecto villano ahora que se ha retirado el héroe? Ese heroe cansado y al que le ocurre eso tan humano de sentirse vacío, que se larga con dignidad cuando está en derrota e imagino que con la certeza de que aunque vuelva a triunfar en otros equipos, lo que ha representado este Barcelona es irrepetible. Es probable que hasta los más tontos del lugar, los que le calificaban desdeñosamente de meacolonias y de estar interpretando continuamente un papel, acaben echándole de menos. Yo nunca me canso de ver actuar a Cary Grant. Y seguro que también poseía un lado oscuro. Gracias por todo, admirable Guardiola.

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