El sábado, mientras la plaza de Toros escuchaba con atención, y bien emocionada, las palabras grabadas del fallecido José Ángel Guirao, servidora escribía en el aire algunas frases en forma de agradecimiento a la Federació de Fogueres por ofrecer una Gala de Elección de alta calidad, ágil, basada en esos elementos inherentes a la Fiesta y con un sonido y una iluminación a la altura de la cita. Frases que pretendía quedaran negro sobre blanco en este rincón de la blogosfera.
Despierto este martes y una primera lectura de la prensa me lleva a una opinión sobre el tema de marras. Firmada por una profesional de largo recorrido como Mariola, me congratula que el texto felicite a la Federació por la impecable organización de las dos galas celebradas este pasado fin de semana. Se lo merecen. Más en una época ingrata en la gestión de los recursos, por lo estrecha que va siendo la bolsa del oro verde. Y más en un universo, el festero, donde las palmadas se ahorran y las puñaladas se regalan.
No obstante, yendo al fondo, la sonrisa por compartir opinión no llega ni a la primera línea. ¿«Las Hogueras han dado una lección de saber estar al Ayuntamiento de Alicante»? Vaya... Me sorprende. Más ahora que la relación entre ambas instituciones atraviesa un camino sin flores, pero alejado de las minas más recientes... Sigo leyendo. ¿«Pese a que el equipo de gobierno de Sonia Castedo decidió semana y media antes de la elección de la Bellea del Foc ensombrecer la Fiesta recortando hasta casi la miseria los premios a las hogueras»? ¿Recortar hasta casi la miseria los premios? Me zambullo aún más en mi sorpresa... Aunque, apunto: el Ayuntamiento debe saldar, a lo más tardar ayer, la deuda contraída con las Hogueras. Ahí no cabe discusión. Si está firmado, se ha presupuestado y, por extensión, se debe cumplir. Sin más.
Con todo, en un contexto económico como el actual, donde nada quiebra a la tijera de los recortes, resulta atrevido pedir que se mantengan invariables los incentivos vinculados a los galardones de unos monumentos que sí han visto rebajados sus presupuestos. A mí, al menos, me suena casi violento. Hago memoria, con la colaboración de la infalible hemeroteca, y confirmo que las ayudas directas a las hogueras no han sufrido cambios, mientras que los premios en las diferentes categorías descienden entre los 800, para los ganadores de Especial, y unos 100 euros, en la última categoría. Cantidades, a simple vista, que no deben suponer una merma desorbitada del espectáculo a ojos del ciudadano, y menos aún del turista ocasional. En cambio, se han redistribuido las ayudas a las infantiles para evitar una «trampa legal», que permitía a los «pillos» recibir una dotación mayor que otras comisiones que invertían más esfuerzos en el monumento. ¿Las Hogueras serán este 2012 menos vistosas? Sin duda. Pero, un matiz: ¿A ojos de quién...? Del común de los mortales, ya no lo sé... Las comisiones se alimentan del esfuerzo de su gente, de subvenciones públicas y de contribuciones privadas, y ninguno de estos sectores atraviesa campos de margaritas. ¿Y a quién afectará, en esa cacareada proyección turística, un retroceso en la inversión en las Hogueras? No a los comercios que contribuyen con esfuerzo a la vida festera de los barrios. No. En todo caso, a sanguijuelas vestidas de hoteleros, restauradores y otras chicas del montón. Empresarios que se benefician del atractivo de las Hogueras, pero que nunca, tampoco en tiempos de bonanza económica, reinvirtieron esas ganancias en el alma de la fiesta.
Sigo leyendo. ¿«Una gala austera»? Me quedo con una gala de peso, que, ya puestos, también contó con la obligada y exigida austeridad municipal, que dejó a las Belleas y Damas elegidas sin probar bocado hasta avanzada la madrugada. Y todo, comprensible, para proyectar una imagen, digamos, correcta.
Suena demagógico, o a mí me lo parece, que se acuse a las instituciones de «escatimar dinero» a la Fiesta. En tiempos como éstos, sería casi un insulto a la ciudadanía que se bajen los salarios de carácter público y privado, se suban los impuestos, se ataque a la Sanidad y la Educación y, por el contrario, se siga premiando con la misma cantidad a los monumentos ganadores. ¿Tanto afectará a las Hogueras que una comisión reciba, en el más extremo de los casos, 800 euros menos en este ejercicio festero? Todos buscamos otro agujero en el cinturón, y los dirigentes de las hogueras no son ajenos a los ajustes. Y así lo han demostrado en las últimas semanas. Nadie acepta de buen grado, con un gesto complaciente de entrada, recibir una retribución menor en caso de ser premiada. Pero justo aquí debe entrar en escena el dichoso sentido común. ¿Afectará gravemente al espectáculo, a la proyección turística de la ciudad, ese recorte (mínimo, desmesurado o sensato, según percepciones) en los premios? No parece. Ya el curso pasado, también con menos dinero en la cesta, la imagen estuvo a la altura de una fiesta de Interés Turístico Internacional, que pese a su condición no puede desligarse de la crisis que afecta a su entorno y de la que todavía se desconoce su fondo.
A todos nos divierte participar en el juego de dar palos a las instituciones. A mí, la primera. Es un ejercicio ideal para liberar tensiones, ya que los organismos públicos tienen las espaldas anchas. Pero parece un ejercicio de responsabilidad aceptar la realidad, trabajar con mayor grado de imaginación, hacer más con menos y esperar a que pase la ola de frío siberiana. En las Hogueras, en el deporte, en las infraestructuras, en la cultura… y en la vida. Y si los monumentos deben medir algunos centímetros menos y no superar los 180.000 euros, pues así tendrá que ser. La fiesta, pese a todo, no se detendrá. Y las Hogueras, menos. A buen seguro, los turistas que este año opten por no visitar Alicante entre el 19 y el 24 de junio, que los habrá, no escudarán su decisión en que los monumentos son menos voluminosos o el desfile Folclórico menos internacional. Tal vez, sólo tal vez, les baste con mirar a una temblorosa cuenta corriente para encontrar una explicación a su ausencia en la mascletà, en los toros o en los racós públicos. En fin, cuestiones domésticas.
En este punto, la senda trazada por la Federació debe ser ejemplo para el resto de entes vinculados a la Fiesta, desde las instituciones hasta la ciudadanía. «Habrá crisis, sí, pero aquí está el presidente para pedir, pedir y seguir pidiendo», repite hasta la saciedad el máximo dirigente del órgano gestor de las Hogueras, Pedro Valera. Y bien que hace. Y mientras él pide, sus compañeros de equipo trabajan, trabajan y siguen trabajando. No queda otra. Sin tanto dinero, el esfuerzo debe compensar la balanza. Y se ha demostrado en la Gala de la Elección adulta e infantil: a menos presupuesto, más imaginación. No falla.
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