Hermann Tertsch lleva hoy a su columna en ABC una reflexión sobre aquellos periodistas que acuden a programas mal llamados «de entretenimiento». ¿Todo vale por dinero? ¿Cómo es posible que algunos valoren tan poco una digna trayectoria profesional? Estas respuestas y muchas más en esta recomendable lectura, sobre todo para los que no les importa hacer periodismo con tintes de pornografía y amarillismo. «Caraduras», según Tertsch.
CUESTIÓN DE CATADURANuestro querido presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja, está muy enfadado por el intrusismo de los profesionales de los programas de entretenimiento en el terreno del periodismo. Considera, con razón, que es uno de los principales motivos del vertiginoso proceso de desprestigio social de esta profesión. Resulta que a don Fernando, como a mí, le da cierto apuro ser colega de ciertos colegas. ¿Recuerdan el viejo dicho del periodista que le dice a un paisano aquello de «si ves a mi madre no le digas que soy periodista, prefiero que le cuentes que soy pianista en un lupanar»? Hoy probablemente muchos dirían que prefieren que la madre los crea proxenetas directamente. O un gran traficante de drogas algo sentimental y buen fornicador, con mote aristócrata, referente moral e ídolo deseado de millones de jovencitas españolas. Nadie dudará en que hoy conviene más ser duque que plumilla. Y no me refiero a la Duquesa de Alba que, según dicen, antes daba de comer a los periodistas y hoy es vejada diariamente en programas que da vergüenza ver incluso en soledad.Pero estos programas de náusea los dirigen, mal que nos pese a muchos colegas como a don Fernando, periodistas. Y los/las indeseables que persiguen micrófono en mano por igual a personalidades, personajes, personajillos, lumpen, putas, delincuentes y, por desgracia también a víctimas -y familiares de víctimas de accidentes como el de Barajas- son, en su inmensa mayoría, periodistas. El problema por lo tanto, en este frente, no está en que el primo segundo del ex marido de la amante del travestí que fue chófer de la tonadillera acuda a vomitar su basura a un programa de televisión. El problema está en que los que le preguntan por las supuraciones de su última blenorragia son periodistas.Pero incluso eso sería soportable porque el periodismo que quiere ser otra cosa tiene -si tiene trabajo por supuesto, que esa es otra- la posibilidad real de hacer otra cosa. Pero mucho nos tememos algunos que, con todas las salvedades y excepciones que por supuesto existen, estamos ante un problema de ignorancia y, desde luego, de catadura moral. Y este problema no se refleja sólo en los programas explícitamente volcados a la basura sino también y cada vez más en los medios supuestamente dedicados a la información y no al «entretenimiento», por llamarlo de alguna forma. Porque las formas que adopta la pornografía y el amarillismo en el periodismo español de principios de este siglo son infinitas. Cuestión de catadura. La basura intelectualizada que vierte con tanta mala fe como ignorancia una legión de informadores y opinantes es peor pornografía que la procacidad de entrepierna que obsesiona a los «entretenedores». Lamentable es que, con tanto pazguato como hay en lo que pretende ser oposición a la vocación totalitaria de la hegemonía mediática y «cultural» del izquierdismo simplista de este país, en los últimos años aquí solo se haya puesto en la picota a un periodista por sus excesos verbales. Mientras, la basura mentirosa y amarillista rezuma de la inmensa mayoría de medios volcados en la difusión de la pornografía intelectual socialista. Y sus periodistas bailan, insultan y mienten con alegría e impunidad.
3 comentarios:
Buena será, para conocer los límites de estos programas la asignatura que hoy nos han presentado, Derecho de la comunicación, si consiguen transmitírnola con el vocabulario adecuado y partiendo de nuestra limitada base jurídica.
Ejemplo. El vergonzoso debate que hacen en La Noria. Basura intelectualizada. ¿Un debate sobre las dos españas? Como se puede ser tan simplista. Es un debate para que unas personas se maten por posiciones ideológicas. Y los que van a esos debates (Iglesias, Sopena, Sansebastian...) merecen el término de periodistas "sospechosos"
Es cierto, hay que empezar por ahí: tertulianos de programas basura. De todos modos, H. Tertsch ha ido a unos cuantos en Telemadrid y Antena 3 que están en el filo del sensacionalismo: "debatir por debatir" para dar espectáculo. A ver si la cuestión es que en televisión es imposible no ser amarillista en los debates. Quizá el problema está en el medio (ritmo, cortes publicitarios, público borreguil, sms encendidos, presentador ignorante), no en el mensaje. En cualquier caso, tema a estudiar con calma.
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