28 de mayo de 2012

A un amigo, así


No sé si ustedes conocen al profesor Ors Montenegro, a Miguel. Si no tienen el placer, les invito a acercarse a su persona. No les defraudará. Ahora ocupa su tiempo, entre otras cosas, como concejal socialista en Elche. Pero eso pasará… No así su genialidad, que le acompañará por el resto de sus días. Leía ayer una opinión firmada por Paco Sánchez, director del CEU de Elche, que no hace honor a la figura de Miguel, pero que algo se aproxima. Él va mucho más allá… Rescato las líneas para sumarme a ese reconocimiento público. Y también para, en un futuro, tener una herramienta que me haga recordar cómo se escribe directo desde el corazón. He aquí una carta de amigo…


Hace ya muchos años, dejaste tu currículum en el CEU. Igual pensaste que nadie lo revisaría. Por entonces, y sigue siendo ahora, revisamos y atendemos las solicitudes de empleo que llegan. Personalmente, leí el extenso documento que me dejaste, sin conocerme, en la mesa de camilla que hacía las veces de recogida de documentación en los principios de aquel centro universitario. Me sorprendió tu extensa y dilata formación, unidas a una magnífica colección de publicaciones. Miré tu trabajo, de entonces, y observé que estabas dando clases a zagales de Formación Profesional en la benemérita, y nunca bien valorada, injustamente, escuela de los salesianos.

Te llamé y te entrevisté. Siempre cuentas que te pregunté si hablabas inglés. Lógica pregunta, ¿ no? Estaba claro que no te iba a preguntar cuál era tu afiliación política, si la tenías entonces. Siempre que entrevisté a personas, quise conocer su devenir profesional, académico, e intuir, si se podía, su decencia. Y tú, querido Miguel, desbordabas decencia. Algún olfato tengo, aunque me haya equivocado otras veces, con otras personas. Pero lo importante es que acerté contigo. Más bien acertó la institución a la que le dedicaste una buena parte de tu nueva vida de profesor universitario.

Tus inicios de profesor me indicaron que debía proponerte para jefe de estudios de la licenciatura de Administración y Dirección de Empresas. No sabes lo bien que lo hiciste. Tu ejemplar dedicación, tu inestimable trabajo sin horas, tu cercanía total con los alumnos, tu impagable respeto a los padres y tu justa y honesta dirección del equipo de profesores es difícil de igualar. Yo todavía tengo muchos ex alumnos que me hablan de ti. Que me hablan de tus clases. Que recuerdan las reflexiones, siempre abiertas y tolerantes, nada dogmáticas, que hacían de tus clases verdaderas píldoras universitarias. Eso no tiene precio. Y eso has hecho, y seguro que sigues haciendo, tú.

No quisiera emborronar este artículo con algunas cosas de tu salida del CEU. Porque nunca entendí que un profesor de la talla tuya no acabase jubilándose en esta casa. Eran otros tiempos, felizmente superados. Pero sentí tanto tu marchaÉ Y la de Emilia Iñesta, tu homónima en la Licenciatura de Derecho. No sabes lo difícil que fue. Así que la Universidad Miguel Hernández se ha llevado un pedazo de profesor, y a la Universidad de Alicante se ha incorporado una magnífica profesora de Historia del Derecho.

Este artículo hace ya mucho tiempo que lo llevaba rondando por la cabeza. Perdona que haya tardado tanto. Lamentablemente, no ha llegado a tiempo para que tu madre, recién fallecida, haya podido leerlo. Ya sabes que las madres son únicas, y la tuya lo era. Perdóname, pero voy a citarte en la carta, en papel, que me enviaste para agradecerme el cariño y respeto que te hemos mostrado en estos días tan duros al despedir a "la mamma". Decías: "Nuestra madre era un personaje literario a más no poder y ha tenido un entierro de fábula. El que se merecía. Y os contaré algo entretenido. Ella nos decía que tenía un médico para el cuerpo y otro para el alma. El del cuerpo hace unos meses que murió. Y el del alma, don Antonio Hurtado, se fue con ella y a la misma hora. Si no lo veo no lo creo. Desde hace años, los sábados don Antonio iba a llevarle la comunión a mi madre y, de paso, se tomaban los dos un buen aperitivo. Cuando me presenté a las elecciones -un fallo lo tiene cualquiera-, mi madre que toda la vida había votado "a sus muertos", le pidió consejo a don Antonio porque quería votar a su hijo. El prelado, más listo que el hambre, le dijo que votara en conciencia y mi madre, muy diplomática ella, le contestó: "si voto en conciencia, votaré a mi hijo".

Cuando te contraté yo tenía 26 años, y tú unos pocos más. No sabes todo lo que tengo que agradecerte. No tienes ni idea. Porque tu quehacer universitario repleto de decencia y honradez fueron ejemplo para mí. Creo que nunca hemos votado al mismo partido político, ni somos del mismo equipo de fútbol. Tú culé, yo merengue. Pero hemos compartido la misma esencia universitaria que antepone el trabajo bien hecho y el sentido común. A mí, sinceramente, no se me ocurre mayor felicidad que haber compartido contigo trabajo, pero sobre todo amistad. Y que cien años dure.

1 comentario:

Marisol dijo...

Me sumo a tus palabras, ya que como en Información hay que registrarse para comentar, por pereza no lo hice. Un gran hombre por encima de todo, este Ors.