Ya es lunes. Por fin. De saberlo, ni loca elijo este fin de semana para librar. Vaya colofón para encarar el último paso de página en el calendario de este año. El sábado arrancó con cierta esperanza, aunque duró tan poco como un líder al frente de los socialistas en la zona del Levante. La victoria provisional del Atlético en el Bernabéu bien sabíamos que era un espejismo. Y así fue. Luego, al borde de la medianoche, se acabó por torcer la jornada. El Barcelona, con Messi sobre el césped de Getafe, firmaba su primera derrota de la temporada. Un resultado que le sitúa a seis puntos del Madrid. Puede ser un reto, de acuerdo, pero ahora es una faena.
Aunque lo que parecía el acabose, se ha convertido en una simple anécdota. Madrugas un domingo, sin obligaciones laborales, para disfrutar bien despierta de un derbi en el Rico Pérez. Llega el partido, junto al del deseado ascenso, más esperado de la temporada. Te abrigas, porque la experiencia es un grado. Dejas la bufanda en casa, por eso de guardar las formas de entrada. Te comes una cola de media hora para recoger la invitación de turno. Te dejas ver por la zona de prensa, saludas a unos y a otros. Subes a Tribuna Alta para disfrutar del ambiente. Tomas una fotografía para luego fardar en las redes sociales. Tomas asiento, miras a los invasores (ayer, pacíficos), cierras los ojos y sueñas, por primera vez en toda la semana, con una victoria. Pronto te vendrá a la cabeza esa tesis defendida días atrás en la que firmabas un empate (injusto si hiciera falta), pese a ser el líder sólido de la categoría y jugar en condiciones de loca.
Miras la hoja de las alineaciones y marcas en rojo a los dos jugadores con más calidad del Hércules. Están en el banquillo. Mal presagio. Arranca el partido. Ni pa ti ni pa mí, aunque el Elche parece mejor asentado sobre el terreno de juego. Sin ocasiones manifiestas de gol sobre la hoja, ronda el balón el área blanquiazul. Cae en los pies de Mantecón, que toma dirección hacia la banda. Parece que la sensación de peligro se acaba… Y en esas aparece Abel Aguilar, uno de los jugadores llamados a marcar diferencias. ¡Y así lo hizo! Mete la pata y hace dudar al árbitro. Penalti dudoso por tratarse en contra de la mayoría. La (mala) conciencia de Mirada Torres tras aquel encuentro dirigido a Elche y Granada, que determinó el ascenso de los andaluces a Primera, hace el resto. Balón a los once metros. Y gol. Albacar no falla.
Parece que el domingo mantiene la senda iniciada el sábado. Pero todo puede empeorar. Córner a favor de los franjiverde, balón al segundo palo. Allí, Abel espera. Otros, sin embargo, exhiben sus ganas de ganar. Espalda ganada al colombiano, balón al área pequeña y Bille pone el segundo. Perfecto. Ya resulta complicado caer más abajo. Aunque nunca se debe subestimar al conjunto de Mandiá, que salió, como de costumbre, más pendiente de atrás que del espectáculo.
El Hércules, que partía de inicio con un centro de campo formado por Abel Aguilar, Tiago Gomes y Diego Rivas, naufraga ante más de 20.000 aficionados. Algo muy nuestro. Tres jugadores de contrastada calidad se muestran incapaces de dominar el ritmo de los partidos. En el banquillo, Míchel, el referente del equipo en el inicio liguero. En el campo, el portugués, aquel futbolista (auto) llamado para vestir la camisera de un ‘grande’. Por ahora, “malviste” la del club que le paga (y bien).
Llega el descanso. Y pocos en el Rico Pérez confían en remontar dos goles de desventaja a un equipo dirigido por Bordalás. No porque sea el mejor, que no lo es, sino porque el técnico de Alicante se las sabe todas. Vive por y para este partido. El Hércules mejoró con creces en la segunda parte con la entrada de Aganzo y Míchel. Era de esperar. No hacía falta ser un lince. El delantero valenciano llevó la esperanza hasta las gradas, pero el Hércules perdonó demasiado y acabó por caer ante su eterno rival.
Ya con la derrota en el marcador, se pueden analizar los márgenes de mejora o buscar culpables externos. En ambos frentes hay argumentos válidos, aunque unos con mayor recorrido que otros. Los mediocres, seguro, se decantarían por señalar al árbitro, poco afortunado en la dirección del partido y cuestionado en la señalización del determinante penalti. Los ambiciosos, en cambio, empezarían a enumerar cuestiones impropias de un equipo que ambiciona regresar a Primera sólo unos meses después de su paso efímero. De partida, no se puede infravalorar el trabajo de una plantilla (corta y mermada por lesiones y enfermedades) que se ha exprimido al máximo para afianzarse en el liderato. Nadie debe cuestionar el esfuerzo de jugadores y técnicos para situar al equipo en lo más alto de la clasificación. No obstante, sería un error de bulto, tanto como buscar responsables externos, quedarse impertérrito observando la tabla. Es provisional y, por tanto, de nada sirve. En estas primeras quince jornadas de Liga se pueden extraer varias conclusiones. Para empezar, un respiro: la portería tiene dueño. Pero la línea de atrás cojea por el flanco derecho. Resulta reseñable que un futbolista limitado como Juanra sea indiscutible, mientras el polivalente y cumplidor Arbilla suma y suma suplencias. El centro del campo se erige como la principal preocupación del Hércules. No por su rendimiento, que se puede calificar como aceptable, sino por su tremendo potencial. Jugadores de la talla de Abel y Tiago, con un Rivas más cumplidor, no pueden pasar desapercibidos en partido sí y partido también. Deben marcar diferencias, porque así lo cobran. Las bandas, de quita y pon. Callejón, Sanchón e incluso Carlos Calvo… Más de lo mismo. Y arriba, Urko Vera. Ese futbolista, honrado y todo eso, capaz de conseguir un gol con la rodilla pero incapaz de meterlo con el pie. Ese futbolista que debería pagar por entrenarse al lado de Aganzo. Yo, de Mandiá, lo sentaría a ver la grabación del choque de hoy y le pediría que se limitara a observar cómo el madrileño, infinitamente menos corpulento que él, se anticipa a los defensas por alto… Ya por bajo, ni hablamos. Pero hay tiempo para la esperanza. Serán unas semanas, hasta el regreso del hijo pródigo, Jorge López “Tote”. Y, si los administradores caen en la trampa y permiten la llegada del goleador Jorge Molina, directos a Luceros.
Tranquilidad. La derrota contra el Elche escuece. Y mucho. Demasiado. Pero, para el Hércules, no deben ser más que tres puntos. Existe margen de mejora, por calidad y cantidad. Futbolistas que pueden dar mucho más y otros que están por llegar (no sólo Tote, sino también la mejor versión de Aganzo, que cojo destaca en el país de la Segunda). El Hércules está en la senda correcta, pero debe buscar caminos alternativos que le confieran mayor seguridad en la persecución de ese (dicho con la boca pequeña) objetivo del ascenso.
Avanza la tarde, aparcas el fútbol y te vienes un poco arriba con la ajustada victoria del Lucentum en San Sebastián, que mantiene vivo el sueño de la Copa del Rey. Y también con la fortuna de los juegos de azar, que te devuelven una tímida sonrisa en las últimas horas de este último domingo de noviembre. Entonces, digo, te dedicas, ya en cuerpo y alma, a leer la prensa del día. Empiezas por lo más cercano, y ahí te quedas. Terminas la página tres y ya estás sumido en la más profunda de las depresiones. ¿Qué no? Verán como sí.
El titular, como carta de presentación, ya es sintomático: “Sin perdón”. Sintomático, pero no definitivo. El texto es de lectura cuasi obligada, no se arrepentirán. Dedíquenle unos minutos, no les dejará indiferentes. La opinión, a grandes rasgos, trata del vertiginoso desmoronamiento de las instituciones representativas de Alicante tras el 20-N. Son sólo siete días, pensarán, sí, pero aquí nos sobran la mitad. Debe ser la influencia vasca de la provincia.
Y hay más... Pero para desayunar el domingo, ya está bien. Debe haber un guiño a la esperanza en alguna esquina cercana, aunque todavía no la tengo localizada. Si la encuentran, avisen.
Tifo de las peñas del Hércules. Detalle: espontáneo pulgar arriba de un aficionado local. |
Aunque lo que parecía el acabose, se ha convertido en una simple anécdota. Madrugas un domingo, sin obligaciones laborales, para disfrutar bien despierta de un derbi en el Rico Pérez. Llega el partido, junto al del deseado ascenso, más esperado de la temporada. Te abrigas, porque la experiencia es un grado. Dejas la bufanda en casa, por eso de guardar las formas de entrada. Te comes una cola de media hora para recoger la invitación de turno. Te dejas ver por la zona de prensa, saludas a unos y a otros. Subes a Tribuna Alta para disfrutar del ambiente. Tomas una fotografía para luego fardar en las redes sociales. Tomas asiento, miras a los invasores (ayer, pacíficos), cierras los ojos y sueñas, por primera vez en toda la semana, con una victoria. Pronto te vendrá a la cabeza esa tesis defendida días atrás en la que firmabas un empate (injusto si hiciera falta), pese a ser el líder sólido de la categoría y jugar en condiciones de loca.
Miras la hoja de las alineaciones y marcas en rojo a los dos jugadores con más calidad del Hércules. Están en el banquillo. Mal presagio. Arranca el partido. Ni pa ti ni pa mí, aunque el Elche parece mejor asentado sobre el terreno de juego. Sin ocasiones manifiestas de gol sobre la hoja, ronda el balón el área blanquiazul. Cae en los pies de Mantecón, que toma dirección hacia la banda. Parece que la sensación de peligro se acaba… Y en esas aparece Abel Aguilar, uno de los jugadores llamados a marcar diferencias. ¡Y así lo hizo! Mete la pata y hace dudar al árbitro. Penalti dudoso por tratarse en contra de la mayoría. La (mala) conciencia de Mirada Torres tras aquel encuentro dirigido a Elche y Granada, que determinó el ascenso de los andaluces a Primera, hace el resto. Balón a los once metros. Y gol. Albacar no falla.
Parece que el domingo mantiene la senda iniciada el sábado. Pero todo puede empeorar. Córner a favor de los franjiverde, balón al segundo palo. Allí, Abel espera. Otros, sin embargo, exhiben sus ganas de ganar. Espalda ganada al colombiano, balón al área pequeña y Bille pone el segundo. Perfecto. Ya resulta complicado caer más abajo. Aunque nunca se debe subestimar al conjunto de Mandiá, que salió, como de costumbre, más pendiente de atrás que del espectáculo.
El Hércules, que partía de inicio con un centro de campo formado por Abel Aguilar, Tiago Gomes y Diego Rivas, naufraga ante más de 20.000 aficionados. Algo muy nuestro. Tres jugadores de contrastada calidad se muestran incapaces de dominar el ritmo de los partidos. En el banquillo, Míchel, el referente del equipo en el inicio liguero. En el campo, el portugués, aquel futbolista (auto) llamado para vestir la camisera de un ‘grande’. Por ahora, “malviste” la del club que le paga (y bien).
Llega el descanso. Y pocos en el Rico Pérez confían en remontar dos goles de desventaja a un equipo dirigido por Bordalás. No porque sea el mejor, que no lo es, sino porque el técnico de Alicante se las sabe todas. Vive por y para este partido. El Hércules mejoró con creces en la segunda parte con la entrada de Aganzo y Míchel. Era de esperar. No hacía falta ser un lince. El delantero valenciano llevó la esperanza hasta las gradas, pero el Hércules perdonó demasiado y acabó por caer ante su eterno rival.
Ya con la derrota en el marcador, se pueden analizar los márgenes de mejora o buscar culpables externos. En ambos frentes hay argumentos válidos, aunque unos con mayor recorrido que otros. Los mediocres, seguro, se decantarían por señalar al árbitro, poco afortunado en la dirección del partido y cuestionado en la señalización del determinante penalti. Los ambiciosos, en cambio, empezarían a enumerar cuestiones impropias de un equipo que ambiciona regresar a Primera sólo unos meses después de su paso efímero. De partida, no se puede infravalorar el trabajo de una plantilla (corta y mermada por lesiones y enfermedades) que se ha exprimido al máximo para afianzarse en el liderato. Nadie debe cuestionar el esfuerzo de jugadores y técnicos para situar al equipo en lo más alto de la clasificación. No obstante, sería un error de bulto, tanto como buscar responsables externos, quedarse impertérrito observando la tabla. Es provisional y, por tanto, de nada sirve. En estas primeras quince jornadas de Liga se pueden extraer varias conclusiones. Para empezar, un respiro: la portería tiene dueño. Pero la línea de atrás cojea por el flanco derecho. Resulta reseñable que un futbolista limitado como Juanra sea indiscutible, mientras el polivalente y cumplidor Arbilla suma y suma suplencias. El centro del campo se erige como la principal preocupación del Hércules. No por su rendimiento, que se puede calificar como aceptable, sino por su tremendo potencial. Jugadores de la talla de Abel y Tiago, con un Rivas más cumplidor, no pueden pasar desapercibidos en partido sí y partido también. Deben marcar diferencias, porque así lo cobran. Las bandas, de quita y pon. Callejón, Sanchón e incluso Carlos Calvo… Más de lo mismo. Y arriba, Urko Vera. Ese futbolista, honrado y todo eso, capaz de conseguir un gol con la rodilla pero incapaz de meterlo con el pie. Ese futbolista que debería pagar por entrenarse al lado de Aganzo. Yo, de Mandiá, lo sentaría a ver la grabación del choque de hoy y le pediría que se limitara a observar cómo el madrileño, infinitamente menos corpulento que él, se anticipa a los defensas por alto… Ya por bajo, ni hablamos. Pero hay tiempo para la esperanza. Serán unas semanas, hasta el regreso del hijo pródigo, Jorge López “Tote”. Y, si los administradores caen en la trampa y permiten la llegada del goleador Jorge Molina, directos a Luceros.
Tranquilidad. La derrota contra el Elche escuece. Y mucho. Demasiado. Pero, para el Hércules, no deben ser más que tres puntos. Existe margen de mejora, por calidad y cantidad. Futbolistas que pueden dar mucho más y otros que están por llegar (no sólo Tote, sino también la mejor versión de Aganzo, que cojo destaca en el país de la Segunda). El Hércules está en la senda correcta, pero debe buscar caminos alternativos que le confieran mayor seguridad en la persecución de ese (dicho con la boca pequeña) objetivo del ascenso.
Avanza la tarde, aparcas el fútbol y te vienes un poco arriba con la ajustada victoria del Lucentum en San Sebastián, que mantiene vivo el sueño de la Copa del Rey. Y también con la fortuna de los juegos de azar, que te devuelven una tímida sonrisa en las últimas horas de este último domingo de noviembre. Entonces, digo, te dedicas, ya en cuerpo y alma, a leer la prensa del día. Empiezas por lo más cercano, y ahí te quedas. Terminas la página tres y ya estás sumido en la más profunda de las depresiones. ¿Qué no? Verán como sí.
El titular, como carta de presentación, ya es sintomático: “Sin perdón”. Sintomático, pero no definitivo. El texto es de lectura cuasi obligada, no se arrepentirán. Dedíquenle unos minutos, no les dejará indiferentes. La opinión, a grandes rasgos, trata del vertiginoso desmoronamiento de las instituciones representativas de Alicante tras el 20-N. Son sólo siete días, pensarán, sí, pero aquí nos sobran la mitad. Debe ser la influencia vasca de la provincia.
Los acontecimientos se suceden a tal velocidad en Alicante que ponerse a hacer sesudas tesis acerca de si estos sacaron más o aquellos menos quedaría, transcurrida sólo una semana, fuera de tiempo y de lugar. Alicante vive atrapada en un bucle en el que todas las referencias se desmoronan. Es la factura de un crecimiento enloquecido y desequilibrado, la de la corrupción […], la del laissez faire-laissez passer. Es una factura, engordada sin mesura, que nos ha dejado por fin en cueros.
Sin gobierno. El PP obtuvo un triunfo absoluto en las elecciones del pasado domingo. […] Sin embargo, en esta provincia el PP, saque los resultados que saque, está descabezado y sus heridas internas siguen abiertas. La semana siguiente a un éxito tan rotundo como el del 20-N ha sido la semana de la dimisión de su presidente, José Joaquín Ripoll, pendiente de las acusaciones de corrupción que pesan contra él, y la del nombramiento de un interino, Miguel Ortiz, para sustituirle. […] Ortiz viene a pacificar, pero por eso mismo ahora no puede reivindicar.
Sin oposición. El PSOE está hundido. El PSPV está muerto. Y los socialistas alicantinos, enterrados. Así de duro. El diagnóstico hace mucho tiempo que está hecho: el Partido Socialista ha perdido el discurso, carece de líderes y no tiene credibilidad. […] Ni con crisis ni sin crisis: los dirigentes socialistas no entienden la sociedad para la que deberían trabajar, y ésta tampoco les entiende a ellos. La falta de una alternativa en la oposición es tan gravosa como la debilidad en la que se encuentra el partido gobernante. Unos por otros, Alicante no tiene quien le represente.
Sin Cámara. La Cámara de Comercio ha sido durante años un referente de primer orden. Pero ha ido degenerando y derivando hacia un gigantismo sin sentido, en el que además los intereses personales […] se han ido superponiendo a los generales. Garrigós ha ido ganándose en ese pleno un enemigo por día desde que llegó a la presidencia. Con esos mimbres, el espectáculo está servido. Exigir públicamente cuentas es algo inédito en ese foro. Poner encima de la mesa un ultimátum con amenaza de denuncia, como ocurrió el lunes, lo nunca visto. […] ¿Qué viene después? La agonía de la Cámara. Y, con ella, otro paso atrás en la capacidad de Alicante de diseñar sus propias salidas de la crisis.
Sin patronal. Si la Cámara está mal, Coepa ni te cuento. En la patronal no ha habido en realidad nunca elecciones, sino sucesiones. Coepa ha pasado de ser un instrumento a ser un fin en sí mismo. Y sus presidentes, de ser los defensores de las necesidades de sus asociados, a mirar sólo por lo suyo. La quiebra definitiva también ha llegado esta semana, con la dimisión por primera vez en su historia de un presidente, Rafael Martínez Berna, por estar su empresa implicada tanto en investigaciones judiciales (Gürtel) como en graves expedientes administrativos, y la elevación al cargo de otro, Enrique Martín, que va a estar al frente de los empresarios... sin tener empresa. […] Y, además, ¿qué planes y qué apoyos tiene Enrique Martín para haber llegado ahí? Se desconocen. La Cámara está en apuros. Y Coepa igual. Pero volvemos a lo mismo: mientras ellos se pelean, nadie defiende lo que tiene que defender.
Sin Diputación. Luisa Pastor ni es tonta ni es una maruja, como desde su propio partido han querido dibujarla. Pero tampoco parece tener una idea clara […] de lo que la Diputación que preside representa. Y hasta que se la haga, tendremos fuera de juego un instrumento de presión política de primer orden. […] Eso es lo que Pastor aún no tiene claro. Y urge que se sitúe.
Sin grandes ayuntamientos. No sólo la Diputación es un instrumento de presión. También lo son los grandes ayuntamientos de una provincia en la que están la segunda, la tercera y la quinta ciudad de la Comunitat. Pero la situación política de la mayoría de ellos es precaria. La alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo tiene su futuro político en discusión dentro de su partido. En Benidorm, el Ayuntamiento está en suspensión de pagos, pero tanto su alcalde como la oposición no dedican su tiempo a otra cosa que a ver si hay o no hay moción de censura. En Orihuela, el gobierno no sabe cuánto será gobierno. Alcoy, a pesar de las nuevas carreteras, se diría que está fuera del mundo. Y Dénia, fuera de la provincia. La alcaldesa de Elda puede que quiera ser presidenta del PP, pero su capacidad de liderazgo […] es perfectamente descriptible. Y el problema que tiene la alcaldesa de Elche es que gobierna una población que jamás ha querido hacer valer su enorme potencial fuera de su término municipal.
Sin horizonte. No tenemos proyecto definido de futuro. […] Le sacamos un dineral a la CAM para hacer, no uno, sino tres planes estratégicos. Todos están arrumbados en no se sabe qué cajones.
Sin instrumento financiero. Hablando de CAM: delegamos el cuidado de algo tan importante como era Caja Mediterráneo en lugar de ocuparnos de ella, y la hemos perdido.
Sin soporte académico. Tenemos dos universidades, pero entre las dos ya no suman lo que fue en su día una.
Sin tejido social. Valencia tiene lobbies; Alicante, camarillas. Eso lo resume todo. Así nos va.
Y hay más... Pero para desayunar el domingo, ya está bien. Debe haber un guiño a la esperanza en alguna esquina cercana, aunque todavía no la tengo localizada. Si la encuentran, avisen.
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