1 de noviembre de 2011

Cuenta atrás: apenas le quedan 85 horas de vida

Hubiese procedido vestir vaquero Dsquared, polo de Ralph Lauren y jersey de punto a juego sobre los hombros. Y, a modo de broche, unas deportivas de Calvin Klein, por eso de descansar de los tacones en festivo nacional. Eso entre las féminas. El sector masculino, por su parte, aún desfilaba con mayor uniformidad: chinos beig, camisa blanca con mangas subidas (hay que saber combinar el calor con la elegancia) y mocasines oscuros. No se había cursado invitación previa, pero daba la impresión de que sí había un patrón preestablecido entre los asistentes. Bastaba con apostarse en la puerta, frente a la chispeante fuente, para apreciar que la mayoría de los visitantes parecían sacados de una fiesta de Isla Marina. Otros, que se podían contar casi con los dedos de una mano, vestíamos ropa cómoda, de día libre. Ésa que se te tira a los brazos cuando abres el armario un domingo, o fiesta de guardar, con la intención de dar un paseo matutino disfrutando de unas “temperaturas impropias para esta época del año”. Sí, ¿verdad? Cada vez que alguien pronuncia esa frase entrecomillada muere un gatito en el sudeste asiático. Al estilo de cuando un reputado comentarista deportivo recurre a la coletilla de “entramos en los minutos de descuento”. Total, que por cada paseante se podían contar nueve modelos de pasarela. Ya no por la guapura, que hoy en la Volvo había de todo, sino por las combinaciones que se gastaban.


Apenas faltan unas horas para que los seis participantes en la regata zarpen con destino Ciudad del Cabo (sí, cerquita de aquel lugar en el que Iker mostró al mundo el oro español). Será el próximo sábado. Pero hasta entonces, resulta cómodo pasear por los muelles del Puerto. Entre tiendas, bares, oferta educativa, actividades lúdicas y, claro, imponentes embarcaciones pueden transcurrir algunas horas de una combinación atractiva que mezcla ocio y deporte. Es todo un espectáculo, dentro y fuera del mar. Un montaje digno de una de las principales competiciones que se celebran en el mundo. Pocos detalles se dejan a la improvisación. Y se nota.


Ya en la entrada te sorprende el colorido casco de un barco, muy similar en su estética a los Telefónica, Puma o Groupama, en el que se aprecia desde la quilla hasta el mástil. A los pocos metros te topas con el reloj de la Volvo. ¡No se había ido tan lejos…! ¿Recuerdan el reloj que se colocó en la Explanada del Puerto, frente a la Plaza del Mar, en los prolegómenos de la anterior edición de la Volvo? Sí, el mismo que estropearse y desaparecer fue todo uno. Pues... no. No es ese. Es otro. Pero, a la postre, no deja de ser un artilugio que marca el paso de las horas. Así, diría alguno, tampoco hace falta ponerse tan quisquillosos con el tema… ¿O sí? Bueno, seguimos… para detenernos poco metros más adelante para reconfirmar que se puede hacer arte con cualquier materia prima o ya elaborada, reciclando. Se puede hacer o, al menos, intentar. Y ambas puntúan. Lo puede ver en la zona Volvo.

Entonces, ya impregnados de arte, llega la primera decisión: izquierda o derecha. Aquí, sin que sirva de precedente, la mayoría se decanta por la mano tonta. Enseguida, en hilera, se apostan las sedes de los equipos. Son seis, pero todas las miradas se centran en Puma. Siguiendo la línea de 2008, la oferta más innovadora y atractiva llega desde la casa norteamericana. Todo un acierto.


Los visitantes, más en una jornada festiva como la de hoy, no dejaban de circular por los muelles del Puerto. Tampoco por los pantalanes. Eso sí, previa espera. Aunque esos minutos no son un inconveniente en un día sin reloj en la muñeca. Como premio al aguante, lo básico. Foto de rigor junto al barco y vuelta a tierra. Parecen chinos, ahí todos iguales, pero no, son almas pacientes.

También había que emplear cierto tiempo en la siguiente parada. Obligada por eso de que había regalo de por medio. Y no cualquier cosa. Un viaje a Galway, puerto de llegada de esta edición de la Volvo. Faltaban bolígrafos para rellenar las tarjetas. Se veían caras de ilusión... Pobres...

Un poco más allá, cerca del escenario, se disfrutaba de una imagen que gusta mucho por aquí. Cualquier objeto, dile barquito de rigor, con el castillo de Santa Bárbara de fondo. Es como que la formación rocosa enriquece toda instantánea. Vamos, como si le das el balón a Messi, que siempre te lo devuelve mejorado. Algo así. Pero no sólo se consiguen buenas imágenes desde el final del muelle, también desde el punto de encuentro. Allá donde se exhibe el arte en estado puro. Es una sensación placentera, créanme. Tomabas asiento, levantabas la mirada e intentabas difuminar en el horizonte los azules del agua y del cielo. Era tal la vista, miraras hacia donde miraras, que tenías la tentación de sacar el Iphone y captar aquellas instantáneas. Y el dicho se hizo hecho, una cosa me llevó a otra y… aquí ando guardando en mi archivo este Día de Todos los Santos.

Ahora, siendo sinceros, siempre se puede aspirar a más. Hablo de imágenes y marcas turísticas. No sé, por ejemplo, rechazar esos espacios en los que en lugar de dar cabida a creaciones de aspiración cultural se alojan los desperdicios del agua de mar. Queda feo, ya de por sí, pero además choca con el glamour que intenta vender la Volvo. Tampoco ayuda en eso de la proyección de una ciudad que vive refugiada en el turismo (aunque más de boquilla que de facto).


Pero no, no sería justo llevarse esa imagen a casa. Seamos más generosos. Toca pensar en que Alicante será el próximo sábado el epicentro del universo de la náutica, que parece no ser pequeño. No todos los días se da el pistoletazo a la salida de la vuelta a vela por etapas más importante del mundo. Sí, así se cataloga a la Volvo Ocean Race. No sé si lo será, parece que la definición no esconde letra pequeña, lo que resulta indiscutible es que estos días, con las embarcaciones amarradas en Alicante parte importante de la actividad lúdica se desplaza hasta el Puerto. Un lugar casi inhóspito el resto del año. Es un espectáculo, costoso, sí, pero un lujo del que ya pagado debemos disfrutar. Marca el reloj de la Volvo, el de la web, que ese nunca yerra, que faltan 3 días, 13 horas y 56 minutos para que comience la acción. Primera etapa: Alicante-Ciudad del Cabo. En total, unos ocho meses de navegación hasta echar el ancla en Galway. En Irlanda, para los que somos de la LOGSE y sucesivas. El resto, sepan perdonarnos, pero también tenemos derecho de ubicar la meta los sufridores de las últimas reformas educativas.

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