9 de diciembre de 2011

Un gusano muy inquieto


Día raro este de la Inmaculada Concepción. Jornada festiva, sin ocupaciones laborales en la agenda y con la práctica totalidad de los comercios abiertos. La tentación resultaba difícil de evitar. No obstante, esa rareza lleva otro camino. No sé por qué, y sus vueltas le he dado, llevo todo el día con una sensación de nerviosismo extraña, impropia e inexplicable. Que sepa, no hay motivos aparentes que la justifiquen. Menos en mí, que ni me inmuté mientras hacía el examen de conducir, tampoco al entregar el último ejercicio puntuable de la licenciatura ni tan siquiera al intentar mantener una conversación apropiada con el profesor en el examen oficial del Mijtà. Tampoco en el acto de graduación al bajar las escaleras del Aula Magna para recoger el diploma subida a mis tacones ni durante esos minutos previos, sirva de ejemplo por eso de citar algo relacionado con lo periodístico, en la sala de espera del despacho antes de entrevistar a la alcaldesa. Nada, ni un atisbo de nerviosismo, dile ansiedad o excitación. Nada. Reconozco, vale, que no soy infalible. En ciertos diálogos, que se producen de tanto en tanto, aflora la tensión y el corazón aumenta su ritmo. Pero el lance es tan inevitable, como asumidas están sus consecuencias. Y hoy, sin previo aviso, tengo un gusano cobarde que no deja de recorrer el estómago de norte a sur, de este a oeste. Y no se cansa, que es lo peor.

En la infructuosa búsqueda del motivo, he repasado las cuestiones que han despertado mi atención durante la jornada. Sin éxito. Recuerdo un aire de frustración cuando, aún con los ojos medio entornados, he visto en las páginas del periódico dedicadas a la CAM ese típico error (más común de lo habitual) tan evitable en la producción como antiestético en la posterior lectura. Me viene también a la cabeza, siguiendo con el asunto de marras, las palabras del presidente del Sabadell con las que ha anunciado el cierre de un tercio de las oficinas de la caja alicantina. Impacta pero, hasta donde yo sé, no me afecta. Tampoco creo que la posible cancelación de la cena de Navidad sea para tanto, más allá de que no alcance a comprender la actitud de la mayoría. Intento acordarme de alguna noticia relacionada con la aviación comercial, Nueva York o Estados Unidos… Y nada, agua. Aceptada como tradición navideña que los pilotos de Iberia (o familiares cercanos) hagan huelga en periodos festivos, hoy no ha habido novedades significativas en el sector. Ya es historia ese iPhone que provocó un incidente en un avión en Sydney tras despedir humo denso y emitir un resplandor rojo, esa aeronave de Air France que llevó a volar sin treinta tornillos después de pasar una revisión y el avión de Spanair que efectuó días atrás un aterrizaje de emergencia en El Prat al detectarse el sobrecalentamiento del motor derecho. Y ni rastro queda del sobresalto al conocer que American Airlines se declaraba en suspensión de pagos… Admito que estoy algo acongojada con todo movimiento que lleve implícitas las palabras avión, vuelo, espacio aéreo y semejantes. Sólo de pensar en las horas que debo permanecer ahí arriba, sin escapatoria posible, me dan ganas de salir corriendo. Pero no lo haré, Nueva York bien vale ese sufrimiento. Lo prometo. No obstante, como decía, todo está bastante tranquilo en los últimos días... De hecho, a la espera de la anunciada firma del término del "lockout", el calendario de la NBA ya ha visto la luz. Y el Knicks-Raptors nos espera...


Con todo, lo único que sé, a estas alturas de la película, es que sigo sin saber nada. ¿A qué se deberá este extraño, impropio e inexplicable nerviosismo? Dicen que es síntoma de que algo bueno está a punto de llegar. Miro de soslayo. Dibujo una sonrisa escéptica. Me recetan paciencia. Guiño un ojo. Me regalo el "Leaving New York" de REM. Por eso de distraer la atención del gusano y seguir creando ambiente...

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