4 de diciembre de 2011

Y las musas, de vacaciones

Me retumba aún en la cabeza el insufrible ruido que, unido a berridos propios de una matanza de cochinos extremeños, nos ha acompañado este sábado durante la jornada laboral vespertina. Una actividad de cariz benéfico, me niego a completar el término con el apellido de “artístico”, nos ha dado la tarde. Así, literal, sin matices. Todo eso ha teñido la tarde, junto a la incontestable victoria del Elche y el positivo resultado, pero empate al fin y al cabo, que ha sumado el Hércules en los Juegos del Mediterráneo de Almería. No obstante, los marcadores deportivos se han quedado al margen de un cierre de sábado insoportable. Largo donde los haya habido.

Resulta gratificante que tu empresa ceda sus instalaciones, algo así como cumpliendo con parte de su responsabilidad social, a asociaciones de vecinos de la ciudad que buscan ayudar a los más necesitados. Ni un solo reparo. Pero, a la vez, resulta frustrante que nadie desde un despacho piense en los trabajadores que invierten el sábado en intentar sacar adelante el producto que a día de hoy da sentido a la empresa. Oído lo oído, nadie piensa en esos trabajandores y en su salud mental, damnificada después de tener que aguantar durante demasiados minutos un penetrante ruido que algunos se atreverán a llamar música. Nosotros, esta tarde, nos negábamos en rotundo. La situación ha llegado a rozar la comicidad. Bastaba con situarse en la puerta de entrada a la redacción. Desde allí contemplabas a un grupo (cada vez menos numeroso, todo sea dicho) de redactores haciendo esfuerzos infructuosos por mantener cierto grado de concentración. Era imposible. Sentado frente a cualquier ordenador se oía la batería, la guitarra y algo parecido a una voz con tanta intensidad como en cualquier actuación nocturna en el mítico bar Frontera de la Playa de San Juan. Uno de esos puntos de reunión de los rockeros veteranos (y alguno joven algo perdido). Quien dice el Frontera, dice el Texaco o el Harley... Cualquier antro de condición rockera, donde pasan rápido las noches mientras conversas y ves de reojo qué mal llevan algunos el envejecer. Allí disfrutas de la música copa en mano. En el trabajo, la sufres, y no precisamente en silencio… El malestar, como no podía ser de otra manera, ha sido generalizado. Aunque la rabieta se asemejaba a un griterío en el vacío. Totalmente estéril. Como estas palabras, sin ir más lejos, que reconfortan tanto como sirven para nada.

Decía líneas atrás, que resulta gratificante comprobar que tu empresa cede parte de sus instalaciones para iniciativas solidarias. Hoy, en concreto, se han recogido alimentos no perecederos a través de la Asociación de Vecinos La Prosperidad de San Gabriel y de la Amistad de La Alcoraya. Y poco, más bien nada, se puede exigir a los organizadores de los actos (éstos u otros), ajenos al trabajo que se intenta realizar a escasos metros del salón de operaciones. Pero sí se agradecería cierta empatía por parte de aquellos que manejan la agenda de actividades. Capaces, a buen seguro, de gestionar con elegancia tiempos y espacios, de unos, y necesidades, de los terceros en discordia. De existir esa actitud por una parte, la comprensión desde la otra orilla crecería con factor exponencial. Es fácil. Para empezar, lo básico: trasladar las actuaciones musicales lejos de esas horas centrales de la tarde, no más de cuatro, que concentran la actividad creadora (¡¡toma ahí qué bien suena eso!!). ¿Qué tal los conciertos para el domingo por la mañana? Y así, con el resto... Poder es querer, ya saben. Y la buena voluntad, un tesoro.

Pero no me dejaba caer a estas horas por aquí para volcar las dosis de frustración que aún conservo después de pelear durante horas para sacar de la cabeza intentos de acordes y ruido, mucho ruido, que diría el maestro Sabina. No. Me he citado en este punto de encuentro para dejar una reflexión, una pregunta en el aire… Para poner negro sobre blanco un hecho al que, al menos todavía, no le he encontrado explicación. La he buscado en mí y, sobre todo, por ahí afuera, donde se dejan ver los que dicen que saben de esta nueva era. Pero nada, no ha habido suerte.

El pasado miércoles, en un repaso por los digitales, me sorprendió la noticia más leída en ese momento en El País. Ya no por su contenido, sino por dónde se ubicaba la acción. Decía el titular: “El PP lleva un experto al Senado que afirma que ser gay es una enfermedad”. ¿Al Senado? Pero si ese ente, que ya de por sí funciona poco y mal, ahora está más vacío de lo habitual… ¿De qué estamos hablando? ¿De cuándo es esta noticia? Parece ser que las redes sociales lo hicieron todo, guisar y comer: desenterraron una noticia publicada hace más de seis años, durante la primera legislatura de Zapatero, y luego, con su potente viralidad, la convirtieron en el texto más leído de El País durante ¡¡más de dos días!! El miércoles se aupó hasta el primer puesto, donde se mantuvo todo el jueves y parte del viernes, cuando a última hora de la tarde empezó a perder terreno. Algo inaudito. Me atrevo a decir que un hecho sin precedente ni explicación que lo sustente. Cosas de este nuevo hoy.
Captura de ElPais.com del miércoles, 1 de diciembre (22:30 h)

Captura de ElPais.com del viernes, 3 de diciembre (20:45 h)

Puesto el presunto punto final al texto, me disponía a buscar en Youtube el vídeo de la canción "Ruido" del maestro Sabina con el noble propósito de ambientar con algo música estas líneas... Y la broma se ha prolongado más de lo esperado. De una a otra, de otra a otra... Y así vamos, camino de escuchar la discografía de "El Flaco" y del Nano Serrat. En unas horas, pocas, cuando suene el despertador para seguir con la ronda (que no de rondas), entonces sí que me voy a acordar de Joaquín, de Joan Manuel, del susodicho experto en sexualidad y también de aquel que aporreaba la guitarra esta tarde en el subsuelo de la redacción... Gracia me da sólo de pensarlo...



Me ha costado decidirme, lo reconozco, pero alguna tenía que quedar aquí reflejada en esta noche de epílogo canallesco. Cierro los ojos y apunto a la cinco, a mi número. Buena elección, todo sea dicho.


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Actualización: Curiosamente, Milagros Pérez, la defensora del lector en El País, dedica este domingo su tribuna de opinión a intentar explicar la "extraña resurección" de la noticia de marras. Y también, disculpar al diario de cualquier atisbo de responsabilidad.

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