13 de febrero de 2012

Los sueños, a un simple latido

No encuentro mejor forma de poner pausa a este acelerado domingo que con la escucha, relajada e introspectiva, de «One Moment In Time». A media luz, en el silencio de la noche y con la intensa voz de Whitney Houston recorriendo cada milímetro del cuerpo que esconde una emoción. Dicen que soy de lágrima contenida, pero basta con escuchar un pasaje de esta canción para que una inspiración profunda se convierta en esencial para no romper la leyenda. «Give me one moment in time, when all of my dreams are a heartbeat away», un alto en el tiempo para que todos los sueños estén a un simple latido. No hace falta ningún apunte, difícil mejorarlo, todo queda dicho.


Hoy hemos despertado con el anuncio de la muerte de la célebre cantante estadounidense. Un trágico final ya esperado para una diva de la música que hace años emprendió el camino hacia este precipitado adiós. Muy joven, demasiado, se va la intérprete de canciones que forman parte de la fonoteca más íntima de millones de personas. Yo no colecciono fetiches ni me considero fanática de nadie. Pero faltaría a la verdad de no reconocer que Whitney Houston, y en concreto dos de sus mayores éxitos, se erigen como referentes de mi resumida memoria musical. Si el amor (en todas sus formas de expresión) se pudiera sintetizar en cinco minutos, «I will always love you» sería el ejemplo que llevarían todos los manuales especializados en la materia. Todo un desgarro de pasión, una declaración tan sincera como generosa. Sin embargo, si el derecho a soñar (en el amor, pero también en el trabajo…, en la vida) se dejara resumir en apenas cincuenta versos, de ser así, «One Moment In Time» ganaría enteros en las repisas de las bibliotecas. Pero como las canciones no van más allá, por ello, sólo nos queda disfrutar con el legado de la mejor versión de Whitney Houston.



En esta gélida noche de febrero apetece coger el sueño con un agradable sonido de fondo. No parece, a simple vista, que el fin de semana haya dejado una huella difícil de borrar. Derrotas y más derrotas en tantos deportes como divisiones. Y algunas victorias que saben peor que el fracaso. En la intimidad de este rincón, inicio una enumeración casi infinita: Barça, Madrid, Hércules, Elche, Lucentum… Suena mal. Difícil un desafine más evidente. Pero todo es relativo, sin duda. Hace apenas dos horas, apagaba el equipo, el Mac de turno, con una sensación diferente, agradable. Y no porque vaya a permanecer en negro durante las dos próximas semanas, no. Sino porque hay días, como el de hoy, que rompen con la bulliciosa rutina y que se han ido haciendo, con el paso de las horas, merecedores de un hueco en la memoria. Parece fatigoso madrugar un domingo para cubrir un acto que intuyes apenas ocupará media página, pero la percepción cambia cuando de buena mañana redescubres un lugar que mirabas con otros ojos. Conocía el hotel Porta Maris a partir de postales nocturnas, todas entrañables. Nunca le había incluido la fuerza de la luz del Mediterráneo… Y todo cambia. Ya me parecía un espacio recomendable, pero hoy, desayunando frente a la bahía, me ha parecido un regalo imponente. Preciosa la instantánea que nos ha ofrecido el hotel, aderezada con la invitación a un desayuno exquisito. Luego, ya con la sonrisa instalada, tocaba ponerse la bufanda al cuello, no sé cuántos años después, y disfrutar de un partido desde la grada. El resultado (ni el juego, siendo francos) no ha acompañado, aunque hoy importaba algo menos. Y en esa espiral, resulta confortable vacilar con extractos ya escritos y discutir sobre lo que está aún por publicar, enfrentarte a cargas moderadas de trabajo, bromear sobre las cábalas que intentan explicar lo inconfesable, trabajar el arte del disimulo con el favor de una exótica coartada, participar en los debates que se generan en las mesas más deportivas y jugar con la curiosidad del que quiere saber sin ánimo de preguntar. Hay pocas tardes como las de hoy. Y sólo por ello merece la pena recordarlas. Mañana, veremos. Pero siempre quedará la música, con su intimidad, su verdad, su íntima lectura... Ya lo dijo Whitney Houston: «Los sueños están a un simple latido». Veremos.

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