Dicen que para no llamar a la puerta del insomnio se debe tomar la horizontal sin cuestiones pendientes revoloteando por la cabeza. Hoy tengo dos, ambas de carácter judicial, sobre las que no consigo definirme. No, al menos, de manera categórica. Serias dudas me perturban. Bueno, tampoco es eso, pero me gusta cómo suena la frase: “Serias dudas me perturban”…
Empezó este lunes 6 de febrero con la anunciada sentencia del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS). Dos años de sanción al español Alberto Contador por 'suplemento alimentario contaminado', lo que implica la desposesión del Tour de Francia 2010 y el Giro de Italia 2011 y la imposibilidad de participar en la próxima ronda gala y los Juegos Olímpicos de Londres. Conocido el veredicto, turno para las opiniones. El mundo del ciclismo, en términos generales, ha apoyado la inocencia del ciclista de Pinto (¿será por eso de las barbas mojadas del vecino…?. En España, no sorprende, se han blandido las espadas en defensa del presunto infractor. Y la prensa internacional ha continuado poniendo en solfa la versión del chuletón con extra de condimentos. La línea de los medios, por tanto, sigue la estela de la trazada por el TAS, que no se ha llegado a creer los argumentos esgrimidos por Contador. Y todo porque un ciclista acusado de dopaje, en contra de lo que sucede en la justicia ordinaria, debe demostrar su inocencia. Es decir, el español, demostrada la presencia de clembuterol en su sangre, se vio obligado a explicar cómo pudo llegar dicha sustancia a su cuerpo. El mundo que conocemos, pero al revés. Y su versión, con aires algo peliculeros, no ha calado en el órgano de justicia deportiva. Sonaba a excusa de patio de colegio, pero en ocasiones hasta los Stradivarius desafinan. ¿Un animal contaminado? Más surrealismo han visto nuestros ojos, seguro.
¿Y qué hacemos? ¿Creemos a Contador por ser español, por ser un tipo amable en el trato, por ser un valioso ciclista? ¿Nos creemos la historia del solomillo contaminado? ¿Recordamos los últimos casos de dopaje que han sacudido, en especial, al universo paralelo de los pedales? ¿Qué hacemos con las dudas, avivadas desde España, sobre el americano Armstrong? ¿Y de los positivos de Landis, Ullrich, Basso, Vinokúrov...? ¿Y con las confesiones de Riis, actual director del Saxo Bank? ¿Y qué decir de la sanción a Alejandro Valverde? Mientras el deporte de élite huele mal, el ciclismo, con su particupar heroicidad por bandera, directamente apesta. Sinceramente, no sé qué pensar. Pero yo, mi mano, no la ofrezco como justificante de ninguna verdad ajena. Contador viste cara de chico honrado, familiar, amigo de sus amigos, buen marido y mejor hijo. Vamos, lo más parecido a un Iñaki Urdangarin con su particular infanta, Macarena Pescador. En la reflexión, recelar, sin duda, es tan humano como creer.
¿Y qué hacemos? ¿Creemos a Contador por ser español, por ser un tipo amable en el trato, por ser un valioso ciclista? ¿Nos creemos la historia del solomillo contaminado? ¿Recordamos los últimos casos de dopaje que han sacudido, en especial, al universo paralelo de los pedales? ¿Qué hacemos con las dudas, avivadas desde España, sobre el americano Armstrong? ¿Y de los positivos de Landis, Ullrich, Basso, Vinokúrov...? ¿Y con las confesiones de Riis, actual director del Saxo Bank? ¿Y qué decir de la sanción a Alejandro Valverde? Mientras el deporte de élite huele mal, el ciclismo, con su particupar heroicidad por bandera, directamente apesta. Sinceramente, no sé qué pensar. Pero yo, mi mano, no la ofrezco como justificante de ninguna verdad ajena. Contador viste cara de chico honrado, familiar, amigo de sus amigos, buen marido y mejor hijo. Vamos, lo más parecido a un Iñaki Urdangarin con su particular infanta, Macarena Pescador. En la reflexión, recelar, sin duda, es tan humano como creer.
Más interrogantes, si es posible, me surgen con la sentencia del Tribunal Constitucional en la que veta el uso de las cámaras ocultas por los periodistas con “independencia de la relevancia pública del objeto de la investigación”. Previamente, el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 17 de Valencia entendió que la cámara oculta se enmarca en periodismo de investigación, "al que es consustancial la simulación de la situación, el carácter oculto de la cámara, así como la no revelación de la intensidad periodística del interlocutor".
Muy rotunda se me antoja la resolución del Constitucional. Creo, aunque dudo, que el uso de la cámara oculta, como herramienta, debería estar legitimada en relación a la relevancia del caso investigado. Hubo un tiempo, no muy lejano, donde la cámara oculta era un recurso tan frecuente como casi ordinario. Se convirtió en una vía casi única en las investigaciones televisadas, que buscaban más el morbo que destapar delitos de todo tipo y condición. Y de esos polvos, estos lodos. Defiendo, como hice con la controvertida toma de imágenes de los móviles de ciertos políticos, que la ética y deontología del profesional debe ser la que valore la trascendencia de la información conseguida. Si hay noticia, de verdad, adelante. Para el fisgoneo, replieguen velas. He aquí el eterno debate de la libertad de información… Continuará, seguro.
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